A quien pueda interesar (Parte I)


Miércoles 17 de junio, quisiera estar sentada en la mecedora de ese cuarto cuando era pequeña comiendo pan con mantequilla, pero no, con 24 años me encuentro comiendo pan dulce que compró mi papá en la tarde y tomando una bebida energética, lo cual es algo peligroso porque hace tres años sufrí de arritmia.

¿Saben que es lo que más me ha afectado en estos años? Es la rapidez con que va pasando el tiempo, desearía que en vez de correr, se detuviera y nos dejara apreciar lo que tenemos.

Muchos se han quejado del por qué me he encerrado en mi burbuja desde hace unos años y mi argumento es simple: cada quien tiene sus razones.

Mientras mastico me pongo a recordar que tanto es lo que he pasado, y aunque creo que queda vida por delante, estos dos últimos años han sido de querer sumergirme en el mar y nadar hasta la otra esquina del mundo.

Cuando comencé a bailar, y supe que tenía talento, entendí que era de familia. Mis abuelas llevan el ritmo en la sangre y supieron pasármelo; sin embargo, las circunstancias me hicieron a dejar todo atrás.

¿Bethania pero tú sigues bailando? Claro, creo que es la herencia más linda que tengo.

Fui creciendo y el pan de mantequilla que comía en Carnaval, Semana Santa, vacaciones y navidades se volvió más receptivas, ahora tomaba agua y la buena apariencia era receptividad.

Nunca he sido unida a mi familia, pero sé que en momentos difíciles es necesario dejar de lado el orgullo y unir las fuerzas.

Son las 4:00 am y ahora son las 9:08 am, sí, realmente me ha costado escribir, pero mi mente no ha parado. No sé si les ha pasado, tienen muchas ideas en la mente y no saben cómo transportarlas, en este caso, a las manos.

Anoche haciendo un ejercicio me doblé (nuevamente) la muñeca derecha, pero como soy muy terca para llevar todos los cuidados necesarios y…. estoy desviándome del tema principal.

Creo que todos los golpes se agudizaron luego de que el 31 de agosto de 2014 hayan querido abusar de mí, y todavía no sé como pude detenerlo. Él sí estaba (está) loco, diagnosticado con esquizofrenia. Hoy en día tiene 20 años, para ese entonces 14.  

Antes de ese 31, una semana antes mi familia y yo nos enteramos que intentó atacar a una buhonera (vendedora informal) pero cuando ella se defendió y lo golpeó, él la terminó llevando al hospital con un desgarre de un órgano interno (que no me acuerdo y sinceramente no quiero recordar).

Mi caso es un poco más halagador y creo que la suerte me acompañó… Eran las 10:23 am y estaba suplantando a mi mamá en el tuno del ascensor, lo que acostumbré por un corto tiempo. 

Me encontraba en Planta Baja y este ser que lo llamaré “espectro” entraba y salía del edificio, y no, no le temía, porque él nunca se había metido con nosotros, pues era con los únicos que no había cruzado la raya.

Leyendo uno de los libros de John Katzenbach “Un asunto pendiente”, sentada cubriendo el turno, todo ordinario, hasta que llegó, marcó el ascensor y mientras esperaba se acercó para preguntarme que leía y fue justo en ese momento que ni me dejó terminar de decirle el nombre de mi lectura cuando me agarró de la nuca y me besó.

Fue cuando me levanté con un impulso de la silla y me iba alejando pero él seguía acercándose, sabía que no podía atacarlo porque me podía dejar gravemente herida, así que utilicé su balón de fútbol como medida de distracción para poder llamar a mi mamá y pedirle que bajara de inmediato, segundos después me tenía agarrada por la espalda y sin poder zafarme, no necesito entrar en detalles de lo que pasó… La puerta de salida se escuchó y alguien entró, fue cuando me soltó. 

No, la vecina que llegó no supo nada hasta que bajó mi mamá y caí en llanto. 

Desde ese momento, viví un mes en casa de mi abuela, durmiendo en el cuarto de mi fallecida tía abuela, un mes de pastillas para dormir, un mes de relajantes, un mes dónde no quería salir; a pesar, de que mi psicóloga dijo que mejoré bastante y estaba bien para cómo debería estar.

Me uní más a mi tía, me uní más a mis abuelas y más en mí, y aunque no detestaba al mundo sabía que necesitaba mucha fuerza para salir adelante.

Descubrí que hay mucho más que apariencia que viene desde el oriente de país.

Comencé el segundo año de universidad y adivinen, un dato que se me olvidó contar, venía de una relación algo tóxica, la cual me enseñó que “un clavo que saca otro clavo” solo te puede traer pesadillas a la mitad de la noche.

Sí, con el tiempo fui superando esta eventualidad en mi vida, no, no tuve problemas para relacionarme pero ahora tenía que estar con un “Baygon” en mi cartera y avisar cuando estuviera cerca de mi edificio para que alguien me fuera abrir la puerta, luego avisaba cuando estaba en el pasillo, hasta que ahora, seis años después, me ha tocado vivir sola con el peligro en la puerta de al lado.

Un año después y llegando año nuevo, por primera vez una tradición para mí se rompió probando algo diferente. Desde que tengo uso de razón había pasado todos los fines de año en casa de mi abuela; pero ese en particular lo pasé en Chichiriviche con mi hermano y la familia, de la que ahora es su esposa.

Fue cuando entendí que ya estaba creciendo y que en un momento a otro esas noches rodeadas en la mesa rectangular en la sala de una casa en el barrio de La Vega, con música de la radio, con el frío en el porche, la ropa de gala y las atragantadas uvas, se iban a acabar un día.





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